Super Hexagon

Desarrollador: Terry Cavanagh (el de VVVVVV y Naya’s Quest)
Distribuidor: Steam, App Store, Google Play, BlackBerry App World
Disponible en: Windows, Mac, Android, iOS

Super Hexagon

Para jugar a Super Hexagon hace falta algo más que reflejos. Si quieres controlar a la máquina primero has de controlarte a ti mismo. Canalizar tu ira y convertirla en energía. Memorizar patrones, abrir bien los ojos y no perder de vista ni un instante el cursor de la pantalla. Mover el triangulito de forma arbitraria confiando la victoria a los movimientos involuntarios y a la coordinación ojo-dedo puede servir en los primeros segundos de partida, pero difícilmente servirán para hacer frente a los niveles más duros. El juego, que resume su mecánica en la de los matamarcianos de toda la vida, o en el más reciente Guitar Hero (otra explosión sensorial de luces, contrastes, música, ritmos y resistencia física), exige el aprendizaje de unos patrones limitados pero muy ingeniosos. Pero, como la música (echamos de menos a SoulEye, pero no porque Chipzel no esté a la altura de los arreglos chiptuneros), los niveles varían constantemente, saltando de un patrón a otro, sustituyendo el anterior por uno nuevo o repitiendo varias veces el mismo, de forma que sea imposible para el jugador, nuevamente, confiar toda su suerte a la capacidad retentiva. Bienvenidos a la retorcida mente de Terry Cavanagh.

Para sortear este intrincado abismo lúdico son necesarias altas dosis de concentración, bastante memoria cinestésica y, cómo no, una paciencia a prueba de Dark Souls, como mínimo. Porque aquí no hay atajos, ni estrategias vencedoras, ni tutoriales mágicos, ni golpes de suerte. Cada segundo nuevo se consigue a base de mucho dolor y sufrimiento, de dejarse las córneas y meterse sesiones de media hora al incombustible ritmo de Chipzel, hasta que tu cabeza no puede soportar más espirales y bucles. Ten en cuenta que si Terry Cavanagh tiene en su mano la posibilidad de complicarte aún más el desafío, descuida que lo hará.


Super Hexagon
es, como Matrix, un juego de buscar las salidas, de luchar contra la opresión del sistema, de no darse nunca por vencido mientras quede un hueco por el cual sale algo de luz. El sistema, claro está, intentará impedir tu huida, levantando muros de la nada, engañando a tus sentidos, poniéndote trampas y acelerando la velocidad a la cual el vórtice instaura su inexorable poder de atracción solenoidal. No es un juego en absoluto sencillo. De hecho, para mi gusto es demasiado desafiante, hasta el punto de dejar de ser disfrutable. Más adictivo que divertido, Super Hexagon es la prueba fehaciente de que, en el juego de poder entre diseñador y jugador, quien debe ostentar el trono es siempre el segundo, a sabiendas de que el primero, lleno de orgullo y caprichoso, con un simple gesto, puede ejercer su poder y aplastar como a una hormiga a quien trate de doblegarle.

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